De la sociedad, Madrid - New York
Independientemente de no caer en la trampa de confundir la derecha con otros regímenes de connotaciones nefastas, hemos de partir, para una reflexión sin ningún tipo de insultos, de poner a cada uno en su sitio; esto ha de aparecer claro y si no es así la confusión puede ser enorme y desorientadora.
Qué sea la derecha, es claro: es el dinero, el poder fáctico que atenaza todo brote de petición de igualdad, de equiparación, de deseo de ser persona; su mira y reflejo es el cambio con el que se compra todo a todos salvo las ideas, por otra parte único baluarte individual más importante que cualquiera otra cosa y a las que , por desgracia, muchos renuncian al entrar en contacto con el dinero.
Qué sea la izquierda, también debería quedar claro, aunque haya en su alrededor ideas confusas que aprisionan su limpieza; la izquierda representa el ideal de un mundo donde todos sean iguales en dignidad, en cultura básica que permita distinguir dónde está la verdad del humanismo que ha de potenciar al hombre por encima de los cantos de sirena de esa sociedad que compone el circo donde arrojan, o arrojamos, a quienes podemos manipular en beneficio de una mayor opulencia individual aunque ésta sea fruto de la sangre, el sudor y las lágrimas de otros, de quienes recogen las migajas o a quienes perdonamos, o perdonan, limpiando su conciencia mediante mil y una formas de las que se hacen eco los medios de imprimir bondades. El problema viene cuando en la izquierda entran por cualquier rendija los ecos de los cantos de sirena de la sociedad que atenaza, que no permite pensar, que anula a la persona ofreciendo el color rosa del folklore inhibidor de quienes cifran su ser en el tener a costa de cualquier cosa que, junto a un largo etcétera de hechos y actitudes, confunden con su mensaje deshonesto a quienes aspiran a ser personas y van dejando un poco de sí en cada renuncia para obtener la libertad de vivir con algo más que con una mera mascara que recubra la cara .