Anti política. Desfachatez


Hace tiempo que en España venimos jugando al juego del desconcierto; en él no participamos todos los españoles como sujetos activos pero si lo hacemos como pacientes del mismo sin que aparentemente quepa otra alternativa que dejar pasar el tiempo.

Esta política del avestruz, cuando menos, es nefasta; el tiempo puede ser un elemento distorsionador de la realidad siempre que se cumpla la premisa de alimentar diariamente la vida en común en la misma dirección.

Hoy a cada minuto surge una noticia alarmista que gracias al efecto multiplicador de todo tipo de medios de comunicación se multiplica en su volumen con tal rapidez que parece engullir hasta a sus iniciales propagadores.

Sin ánimo de ser irreverente, ni irreflexivo, ni tendencioso, he de manifestar que la situación actual de mi país no me gusta, y no me gusta no porque todas las noticias tengan un carácter devastador, vengan de donde vengan y sea cual sea su origen sin juzgar su bondad o maldad intrínseca, su objetividad o su tendenciosidad, no, no me gusta porque entre todos no somos capaces de crear una noticia buena , ni una nueva ilusión, ni una sonrisa, aunque alguna ha de haber.

Veladamente puede pensarse que el mundo es como es, que la realidad es así, que nuestro país es así y que ,en consecuencia, mandan los hechos; puestos así hay que tener muy claro que son todos los hechos y no unos más que otros, o sólo unos, los que provocan todo lo malo. No obstante, estimo que toda sociedad ha de pasar por encima de una serie de circunstancias que como malas hierbas han de arrancarse mediante los medios adecuados procurando que esos medios se utilicen objetivamente sin que perjudiquen la otra hierba no mala. Lógicamente, en España, a fuerza de potenciar tanta maldad, todos acabaremos siendo malos y eso no conduce a ninguna parte, en todo caso desemboca en una injusta encerrona de la cual puede costar salir.

¿Qué hacer, pues? ¿Por qué no nos paramos a pensar que hay cosas buenas y que potenciadas pueden contrarrestar el mal efecto de las malas? ¿Por qué no dejamos de batir eternamente claras de huevo si el pastel a realizar no es eterno? ¿Por qué no sembramos un buen día, mañana mismo, un poco de ilusión para ver e resultado? ¿Es que nos da miedo el tener entre las manos otro tipo de sociedad que la que tenemos?

A estas alturas del siglo no podemos permitirnos el lujo de la desilusión, no; no podemos abjurar de un esfuerzo largamente realizado y ordenadamente defendido. No podemos seguir dejando a España en el ánimo de la desesperanza y al parecer es lo que más agrada en general. ¿Sabemos lo que queremos?

Es evidente que a nivel económico, principal vertiente o aspecto de un país occidental, pintan bastos; no es menos cierto que antes también han pintado bastos y de modo más contundente, anacrónico y anodino. Ahora bien, ¿alguien ha pensado que un componente de la economía es la ilusión? Si mañana los líderes políticos se pusieran a trabajar con ilusión, al unísono, codo a codo, sonriendo, sin buscar el poder a cualquier precio (que implica el desprecio al ciudadano ),llamando a las cosas por sus verdaderos nombres, admitiendo la realidad y agarrando con fuerza el timón del país, cada uno desde su responsabilidad, si ahora mismo esos que voluntariamente se han ofrecido a servir al pueblo sin que nadie les llame trasmitieran un mensaje claro, recio, duro, sin falsos paños calientes y dijeran desde su compromiso político, sea cual sea y desde el partido que sea, que las cosas son como son pero que podemos salir adelante, a buen seguro que el coste de la salida de la crisis sería menos costoso. Si todos los políticos responsables, desde el gobierno y desde la oposición, hablaran de ilusión, con toda seguridad los problemas empezarían a ser menores.

En fase de comparación, un padre no puede trasmitir constantemente a sus hijos desilusión, hostigamiento, maldad...; de la misma manera los guías de una sociedad no pueden permitirse ese lujo, y si se lo permiten evidentemente que no son guías y lo mejor que pueden hacer es abandonar tanto si forman parte del gobierno como de la oposición.

Hoy más que nunca ha de procederse con honradez, sin demagogia ni engaños. El bien de la sociedad está por encima de los individuos y lógicamente el poder o la aspiración al mismo no justifican posturas tan negativas. Un país no puede vivir sin ilusión y en continuo sobresalto, ni en continuo bombardeo de conjuras y maleficios; un país, entre otras cosas es una suma de ilusiones y quien piense que él es la ilusión entera ha de quitarse de en medio.

Hay grandes pensadores a quienes no estaría por demás releer para poder servir sin intereses ocultos a la sociedad desde una línea de servicio; uno de ellos, por lo demás conocido de todos, nos trasmite en sus versos que la verdad ha de buscarse conjuntamente, que no admite parcialidad, que es objetiva, que no es patrimonio de nadie.

Procede que muchos políticos hagan examen de conciencia y miren hacia adentro y delimiten si en su ojo hay paja o viga y analicen, en consecuencia, si ellos son merecedores de ostentar la condición de políticos; probablemente la mayoría descubra que no.