Avelino


No importa qué edad tiene un amigo cuando muere para sentirlo y guardarlo dentro, compañero eterno con el que conversar de futuros y recuerdos, como hacíamos en la ronda de sendas que vigilan el pueblo que amamos y nos amó. Centro de la vida en que coincidimos y al que cada uno aportó buenamente lo que pudo.

Sé que antes de volar a a tu nueva dimensión
darás unas cuantas vueltas por las calles y la sierra que las guarda, llenas de historias, que dejaste escritas para que las futuras generaciones, entre otros nombres,
conocieran a Moraima , la joven que decidiste peinar con púas de oro y que, escondida en la Cueva de la Mora, se deja ver de tarde en tarde para que no se olvide la leyenda. No dejarás de acumular amor por tu pueblo, ni de escuchar la campana que anunciaba alegrías y tormentas al caer la tarde, cuando volvías de acariciar la mies, verde o dorada, salpicada de ababoles y acompañado de tu gente, a la que se le escapaba de los labios: ¡Qué hermoso es el campo! Alguna vez te vi embobado entre los surcos de ilusiones . Así te veré cuando llegue otra vez la primavera y se acerque la trilla, ilusionado. Ahora que tienes tiempo, vuela por el castillo en medio del vendaval que te gustaba escuchar, y dile a tu Virgen soñada que no nos deje de guardar. Duerme en paz. En el valle que trazó tu vida, queda eterno tu recuerdo.